jueves, 30 de octubre de 2014

Reseña de una ignominia nacional e internacional: Ayotzinapa.



 
Lo ocurrido en Iguala, estado de Guerrero, es un hecho que lastima nuevamente y con gran calado a la sociedad mexicana, pero también al género humano por atentar contra su propia existencia y ofender su dignidad.

No es coincidencia que organismos internacionales y personalidades del ámbito político y hasta religioso, se hayan pronunciado sobre la desaparición de personas en México y la ineficacia del gobierno mexicano para proteger a sus nacionales.

La cuestión comenzó la noche del 26 de septiembre de 2014, cuando un grupo de estudiantes de la escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, fue brutalmente atacado por policías municipales de Iguala y criminales que pertenecen a la asociación delictiva denominada “Guerrero unidos”, misma que a su vez, se asegura que es el resultado del desmembramiento del otrora cártel de los Beltrán Leyva.

Esa perversa unión entre delincuentes y policías resulta de una gravedad extrema, a tal grado, que deja absolutamente indefensos a los ciudadanos de un estado, inermes ante la clara desventaja en la que se encuentran, que por decirlo de manera clara, es tanto como presenciar una pelea de un niño pequeño, contra un boxeador profesional con títulos mundiales y que además, se encuentra coludido con el réferi, para que favorezca a dicho boxeador en todo cuanto pueda.

Así de injusta como se presenta la anterior caricaturización, lo es también la ignominia que se ha cometido en contra de personas desarmadas, estudiantes, hijos de familias pobres, y en cualquier caso, mexicanos que tenían y tienen a su favor, todos los derechos inherentes a un ser humano en general y los que pertenecen a los mexicanos en particular, bajo los presupuestos de nuestra Constitución y de los tratados internacionales que México ha ratificado.

Sin ánimo de ser exaltador de persona alguna por no conocer al detalle la situación particular de cada uno, me atrevería a afirmar, que se ha atentado contra una base social de este país, que ha luchado desde tiempo atrás, en contra de instituciones anquilosadas en la corrupción, el desenfreno y la inequidad como una forma sistemática de funcionamiento político y social. Y de ahí la extrema gravedad de la cuestión.

En estos hechos, se afirma que fueron policías locales quienes al detener el convoy de autobuses que trasladaban a los estudiantes, los obligaron a subir a otros vehículos, para posteriormente entregarlos a uno de los grupos criminales más violentos de la zona.

Los policías municipales, cuya responsabilidad recae en el Alcalde de Iguala y en el propio gobernador del estado de Guerrero, literalmente desaparecieron a 43 personas en dicho ataque, sin que se sepa absolutamente nada más que la malhadada sospecha de que todos ellos al día de hoy se encuentran muertos.

A esta misma fecha, nos encontramos con un Alcalde que “pidió” licencia a su puesto para “no entorpecer” las investigaciones, mismo que se encuentra ya prófugo de la justicia ante las serias acusaciones de estar, el y su mujer, implicados y coludidos con bandas de narcotraficantes y el crimen organizado en la entidad.

Nos encontramos también, con antecedentes de acusaciones criminales por asesinato en su contra y una petición fallida ante el Congreso local para su remoción, pero que dicha entidad política al estar dominada por miembros del mismo partido político que el Alcalde, decidió dar carpetazo y hacer oídos sordos, a lo que más tarde habría de estallar en un escándalo ensordecedor, en contra de los mismos miembros del Congreso y partido.

Asimismo, al día de hoy también tenemos la “licencia” del gobernador del estado de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, misma que fue aceptada por el Congreso de dicha entidad en sesión solemne del día 25 de octubre.

Por qué licencia y no su renuncia, lo intuimos. Cosas de la política nacional. De esas cosas que la ciudadanía no entendemos, porque si teniendo la Constitución del estado de Guerrero un artículo 47, fracción XXIX, que previene la renuncia como una forma de separar al gobernador del estado, no se explica cómo jurídicamente aceptar una licencia temporal de un gobernador, que ya se sabe no va a regresar.

Se ve complicidad en uno y otro bando, de una y otra forma y entre unos actores políticos y otros, sean locales, federales o municipales. El estado mexicano empieza a oler a fétido, de parte de quienes se encuentran mal gobernándolo.

El gobierno federal se ha movilizado de una y otra manera para evitar la acusación internacional de que México no hace nada en contra de tales actos, y evitar también las acciones, recomendaciones y cantaletas, que tanto molestan a los gobiernos corruptos, ineficaces y carentes del mínimo de visión y control sobre su propia actuación.

Funcionarios federales se han reunidos con representantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha habido intercambio también con la Oficina del Alto Comisionado de la Organización de las Naciones Unidas para los derechos Humanos, la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea.

Sin embargo, no basta con acercarse a tales organismos internacionales para tratar de acallar o disminuir su responsabilidad ante lo ocurrido. Hace falta un compromiso real, que se refleje en acciones concretas, en este caso de localización de los desaparecidos, no impunidad contra los agresores, reparación del daños a las víctimas y limpieza integral de los cuerpos de seguridad, a través de una separación eficaz entre criminales-Estado.

El asunto que acarrea mayor responsabilidad en contra del estado mexicano, tiene que ver con esas acciones que, por lo menos hasta ahora, resulta realmente muy difícil de cumplir, porque hay que llevarlas a cabo no solamente en Guerrero, sino en Tamaulipas, Estado de México, Baja California y Baja California Sur, Coahuila, Sinaloa, Sonora, Veracruz, Oaxaca, Jalisco, Nayarit, y un largo etcétera de entidades en nuestro país.

No nos extrañe que actos como los ocurridos en Guerrero, surjan también en otras entidades, donde ya hoy conocemos de la existencia de ese binomio Mafia-Estado, y que la falta de actuación del Gobierno Federal y los gobiernos locales para hacer una debida separación de ese macabro dúo de poder, se correlaciona con la consecuente responsabilidad oficial por omisión, en una primera instancia, y por acción en una segunda, cuando por el actuar de agentes del estado en colusión con criminales se afecten los derechos fundamentales de las personas, especialmente en cuanto a libertad, integridad física y vida.

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